Barbacoas de Puriscal tiene un templo que enamora fácilmente a turistas nacionales y extranjeros

Se dice que los templos son “casa de Dios y puerta del cielo”. Pues en Barbacoas, tercer distrito del cantón de Puriscal, existe un edificio religioso que transmite un sentimiento especial.

Es difícil pasar y solo verlo, es mejor detenerse y adentrarse en su intimidad. Una vez ahí, un silencio pronunciado produce paz y una luz diminuta proyectada desde los ventanales alimenta el alma.

En los archivos que registra la Parroquia de San Isidro Labrador (patrono de la localidad), la historia cuenta detenidamente los pormenores que se afrontaron para darle vida a esta joya arquitectónica.

“La tenacidad de este  pueblo no se  de tiene… Arrasaron con una colina, trajeron la madera a punta de buey y hoy batallan para conservar la iglesia de latón. Cuando  en 1928 los pobladores de Barbacoas de Puriscal decidieron la construcción de su templo católico, no sospecharon que concluirlo les tomaría casi 30 años. Con una interrupción de seis años entre 1931 y 1935, las obras estuvieron a cargo del señor Atiliano Zúñiga y de sus hijos Severo (conocido como “Bello”), Antonio  y Eduardo, junto con otros importantes miembros de la comunidad.

“Los planos los trajo el padre Roberto López Varela de Roma, Italia; y la madera de cedro y  pochote y cenízaro fue donado por los pobladores de localidades vecinas y transportadas en carretas.

“Recubierta su estructura de madera con láminas metálicas que asemejan tablilla, es más bien su interior el que -como caja de Pandora- libera arcos, lineales, columnas y ventanas que sorprenden por su destreza constructiva”.

Precisamente debe enfatizarse que la iglesia cuenta con una estructura en madera de caoba, el forro exterior es de chapa metálica con moldura de almohadillado simulando piedra una y otra madera acanalada; mientras en el interior el forro es de tablilla de madera de cedro machimbrada expuesta y barnizada.

Objeto de una cuidadosa restauración en el año 2001, el inmueble es de carácter privado, pues le pertenece a las Temporalidades de la Iglesia Católica; y fue declarada Patrimonio Histórico Arquitectónico de Costa Rica según Decreto Ejecutivo Nº 28244-C, publicado en La Gaceta Nº 232 del 30 de noviembre de 1999.

“Hermoso y misterioso”

Para el actual sacerdote de la comunidad, Mario Jiménez Murillo, haber llegado hace cuatro años a esta parroquia es motivo de orgullo. “Es un templo hermoso, precioso, yo diría que no he visto otro como este, y eso que tengo bastante de ser sacerdote. Uno cuando está en el prebisterio realmente en lo que se fija es en la gente, pero cuando me voy y me siento atrás se da uno cuenta de lo hermoso que es este edificio”.

Precisamente cuando se está en el exterior la sensación es de admirar lo imponente de la estructura; mientras en el interior hay un ingrediente especial para fortalecer la fe. “Este templo da un ambiente de misterio, de recogimiento, de que hay algo diferente”, agrega el padre Mario.

Visitas de lujo

Grandes figuras en la historia del país han visitado este orgullo de Barbacoas. “Nuncios apostólicos, y hasta expresidentes como Rodrigo Carazo, quien cuentan que le gustaba tanto este templo que cada vez que pasaba por este pueblo se bajaba y entraba”, sostiene el religioso, quien a la vez considera que son más los turistas extranjeros que nacionales los que se toman el tiempo para valorar la estructura.

“Debo decir que son más los extranjeros que los costarricenses quienes visitan este lugar, como que es desconocido a pesar de que varias veces ha salido en la prensa y hasta en las postales de algunas librerías. Considero que uno como costarricense a veces no se detiene a valorar lo que representa este tipo de cosas para nuestra historia”.

Asimismo, aclara que quienes saben del significado del templo, llegan constantemente a contraer el sacramento del matrimonio. “Hasta gente de San José ha venido a casarse por lo del templo”.

Alto costo

Para el presbítero Jiménez estar en la parroquia de Barbacoas también representa una tremenda obligación, pues darle mantenimiento a una infraestructura es realmente costoso. “Decía el padre Martínez que era mejor meterle un fósforo que mantenerlo. Y es que sí, regularmente necesitamos hacer arreglos. Así que acudimos a la comunidad, la cual en su pobresa le hace frente a esta situación”.

Es por esta realidad que las puertas de la solidaridad siempre están abiertas para aquellas personas o empresas que desean extender su mano a la parroquia de Barbacoas. “Si hubiera alguna persona de buena voluntad que nos ayudara sería genial, pues siempre hay que arreglar las torres o las vigas del cielo raso. Todo ayuda será bienvenida (Teléfono 2416-7828)”.

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