Eduardo Halfon: “Escribir es un oficio, sucede después de tanta lectura”

Eduardo Halfon tiene verbo fácil y personalidad llana, cálida y abierta. Este ingeniero industrial de profesión cuenta, recién iniciada la conversación, cómo en una búsqueda personal tropezó con la literatura y cómo la lectura se convirtió en esa boya salvadora en medio de un mar agitado por la poderosa fuerza de la angustia en la que en ocasiones tiende a naufragar el espíritu.

“Ahora entiendo que es un asunto de la edad”, dice, pues todo novel profesional se enfrenta a una vida incierta que debe empezar a construir sin saber cómo o tan siquiera por dónde iniciar. “En mi caso fue peor porque regresé a un país que ya no conocía”, agrega.

Guatemala, país donde nació hace 45 años, ya no era tan convulso como a sus 11 años cuando migró con sus padres a Estados Unidos, pero era un lugar extraño para él, lugar a dónde pertenecía y, a la vez, ya no.

A pesar de su origen Guatemalteco, los apellidos Halfon Tenenbaum delatan sus raíces libanesas y judeo-polacas, así como una historia familiar poblada de tradiciones de otras culturas y marcada por el exilio, la guerra y el desarraigo. Además, Halfon creció en Estados Unidos, país al que logró adaptarse completamente y abrazar con naturalidad su idioma y costumbres. “Yo era un chico de matemáticas, deporte y fiestas”, cuenta con un dejo de pesar. “Si ahora me hubiera podido ver en ese tiempo, me caería mal”, agrega sonriendo.

La vida y los negocios familiares lo pusieron de vuelta en Guatemala, sobrevino la etapa de incertidumbre y allí fue cuando pudo redescubrir su lengua materna aferrándose a la lectura y, posteriormente, a la escritura, a la que hoy profesa devoción casi obsesiva. Como escritor vivió por un tiempo en la quietud de la España rural y actualmente radica con su esposa en Nebraska, Estados Unidos, a la espera de su primer hijo. El ingeniero industrial encontró su lugar en el mundo como ingeniero de la literatura.

Este cuentista ha sido destacado como literato de la región latinoamericana. En 2007 fue nombrado uno de los 39 mejores jóvenes escritores de esta región por el Hay Festival de Bogotá, en 2011 recibió la beca Guggenheim y en 2015 se le otorgó en Francia el Premio Roger Caillois de Literatura Latinoamericana.

Halfon visitó el país invitado a la pasada Feria Internacional del Libro de Costa Rica (FILCR) para presentar su fructífera obra, concebida en tan solo 13 años de dedicarse al oficio de escritor. Justamente sobre este tema, la Oficina de Prensa y Comunicación del Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica lo entrevistó y comparte detalles con Periódico Pura Vida.

-¿Qué le ofrecieron las letras que no le pudo dar la ingeniería?
Yo no era lector, descubrí la lectura a los 28 años, de pronto se dan una serie de circunstancias que me hacen caer casi que a tropezones en la literatura sin planificarlo. Sentía que me estaba ahogando y de pronto alguien me tiró un salvavidas, me agarré y ahí sigo bien aferrado a la literatura, pero en el fondo de todo eso sigo siendo muy ingeniero. Tomé cursos de Filosofía y me obligaron a tomar de Literatura -la carrera en Guatemala es Letras y Filosofía- y fue inmediato: me enamoré de la ficción, de los libros, de la lectura y leí por dos o tres años sin tener la noción de escribir. Sigo creyendo que lo natural en mí es leer, escribir es un oficio, es lo que sucede después de tanta lectura.

-Usted dijo que descubrió la lectura tarde, hoy tiene publicaciones, reconocimientos internacionales y es invitado a la FILCR, ¿qué le diría a quienes no tienen este hábito?
Que no es ningún problema, que lea el que quiera, que lea el que lo encuentre mágico y si no quieres: no leas. El peor daño que hacemos a los niños es meter la lectura a la fuerza porque resultan rechazándola y hoy, especialmente, hay tanto que los niños pueden hacer. Cuando me preguntan ¿qué hago para que mi niño lea?, yo pregunto: ¿usted lee? El niño que ve a sus padres o abuelos leyendo probablemente va a leer, se le va a grabar esa imagen, eventualmente la va a reprocesar y va a ir a los libros. No se puede obligar o imponer ni una religión ni un gusto tan particular como es la literatura; o la encuentras o no la encuentras. Yo la encontré tarde y por mi cuenta, ¿cuántos maestros tuve queriéndome enseñar?, pero no estaba listo, creo que así sucede con los lectores, muchos tienen suerte, nacen con esa curiosidad, niños que quieren que les lean libros y eso es muy especial, pero no es la norma. La norma es que quieren ir a jugar, internet, televisión… todo menos el libro. Hay que leer frente a ellos, el mejor maestro es el que pone el ejemplo en silencio. Entonces, con mi hijo que me vea leyendo y si él quiere leer bien y si no, no pasa absolutamente nada, que vaya a jugar futbol, si es lo que quiere.

-Como escritor, ¿por qué prefiere el cuento a la novela?
El género que más me gusta leer también es el género en el que puedo moverme con más facilidad para escribir: el cuento. Desde siempre me encantó el cuento como lector, la distancia corta, hay corredores que tienen aliento de maratón, yo no, yo tengo aliento para el golpe rápido, ya sea ese cuento de una página o de cien, porque tengo cuentos de cien páginas, pero siguen siendo para mí un cuento por su intensidad. Un cuento tiene una intensidad mucho más férrea que una novela. ¡Me gustan los cuentos!

-De 2003 a 2015 usted ha publicado un promedio mayor a un libro al año y con traducciones en nueve idiomas, además del español, ¿cómo se logra esto?
Realmente, como novedad, es uno al año. A veces se hace una reedición o una antología de mis cuentos y salen dos libros ese año. Hay dos razones: una es que trabajo mucho, yo me dedico solo a escribir, tengo una rutina muy estricta, un oficio muy sistemático, soy muy metódico, entonces escribo a diario. La segunda razón es que mis libros son muy breves, como soy un cuentista mis libros tienden a ser de poco más de cien páginas, entonces me permite esta agilidad en términos de publicación.

-¿Actualmente, cuál es su principal meta como escritor?
Volver a mi casa y terminar el cuento que estoy escribiendo. Esa es mi meta siempre, todos los días, encerrarme de nuevo y seguir trabajando. Hay momentos que te piden mucha concentración. Mi espacio es como un templo, es encerrarme literalmente, lo cual también quiere decir aislarme de internet. No puede haber nadie más, mi esposa se va antes de que yo me despierte y me siento a escribir -está mi gato-, pero trato de encerrarme lo más posible. Es mi única meta: terminar ese cuento.

– Partiendo de que usted viene a la FILCR como escritor Guatemalteco, ¿cuál es su valoración sobre la literatura centroamericana actual?

Es muy difícil porque se asume que hay comunicación entre los países y hay muy poca, no sabemos qué está pasando en Honduras, en El Salvador. Especialmente en España nos ven como región: Centroamérica, pero es falso, hay esfuerzos para unir y poner en diálogo a los escritores centroamericanos, pero realmente no es una región, hay mucha incomunicación. Los libros que se publican en cada país se quedan allí, salvo casos muy específicos como el mío que tuve suerte y logro publicar en España y se vuelve como un trampolín para que los libros regresen acá.

Lo que está empezando a suceder es que, como escritores centroamericanos, sabemos que hay que hacer ediciones locales. Yo vengo a presentar un libro costarricense, hicimos una edición tica de El boxeador polaco con una editorial local independiente, muy pequeña como Germinal, que busca autores que no están aquí porque sus libros no se distribuyen bien o son muy caros y hace ediciones locales muy pequeñas, muy caseras, para que el lector tico pueda tener acceso a nuestros libros. Luego hacemos otra en Ecuador, en Colombia y esa es una manera de que tu libro vaya rodando un poco más, o sea, no depender del imperio español y empezar a hacerlo nosotros mismos. Eso es una idea muy poderosa, casi de lograr una soberanía editorial como latinoamericanos. Siempre hemos dependido de que “el papi español” nos publique y no debe ser así. En la FILCR están todos mis libros porque los libreros se preocuparon por traerlos, tuvieron que llamar a España, hacer un pedido, luego con el flete resulta que para ser lector hay que tener plata. No es fácil y no es barato.

-¿Cómo define su oficio de escritor latinoamericano?
Entre mi generación de escritores, colegas cercanos, la mayoría ya no está en Latinoamérica, están escribiendo desde Barcelona, Madrid, París o Nueva York; incluso hay algunos que escriben en inglés como Daniel Alarcón o Junot Díaz, pero que siguen siendo muy latinoamericanos. No nos une ni una región, porque estamos afuera de esa región, ni necesariamente una lengua, porque algunos escriben en Inglés. Creo que es un sentir, te sientes o no te sientes, y luego, también los de afuera te definen, porque a mí me definen de muchas maneras, como escritor latinoamericano, judío y libanés. Fui invitado a Japón como escritor libanés, como soy nieto de un libanés, es una de las tantas máscaras que puedo ponerme. Debajo de todo eso está el oficio de escritor, cómo me definan no depende de mí, depende de los lectores, periodistas, etcétera y me da igual, porque tengo todas estas etiquetas posibles. Lo único que me importa es el oficio de la escritura y dedicarme a ello de la manera más auténtica, quiero decir; con entrega, más allá de eso está fuera de mi control.

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